José Rico

RICARDO III
de William Shakespeare
Dirección y adaptación: Ricardo Iniesta
Compañía Atalaya de Sevilla
Actores: Jerónimo Arenal, Carmen Gallardo, Joaquín Galán, Aurora Casado, María Sanz, Manuel Asensio, Raúl Vera, Silvia Garzón, Lidia Mauduit y Nazario Díaz
Música: Luis Navarro
Vestuario: Carmen Giles
Escenografía: Joaquín Galán/Vicente Palacios
Técnico de iluminación: Alejandro Conesa.
Técnico de sonido: Emilio Morales
Auditorio de Pola de Siero
10 de julio de 2013

Jerónimo Arenal como Ricardo III. (Foto cortesía de Palma. Feria de Teatro en el Sur.)

Jerónimo Arenal como Ricardo III. (Foto cortesía de Palma. Feria de Teatro en el Sur.)

 

Uno se siente gratificado como espectador cuando tiene la suerte de asistir a un espectáculo como el que presentó Atalaya en la villa Polesa. Un montaje trabajado hasta la extenuación, con soluciones sorprendentes y magnífico de principio a fin. Un equipo de actores de gran nivel interpretan múltiples personajes cambiando adecuadamente el registro de uno a otro hasta hacerlos irreconocibles. Una iluminación espléndida que crea las atmósferas precisas y música y efectos sonoros perfectamente elegidos, ni un solo fallo perceptible desde el patio de butacas. Una escenografía formada por nueve sillones-trono de múltiples usos que constantemente son movidos por los actores para formar los distintos espacios y que sorprenden en la escena final cuando tejen una tela de araña alrededor del cuello de Ricardo arrodillado en el suelo y del que sólo sobresale la cabeza. Da vértigo seguir las escenas pensando en lo que trabajan los actores. Sin duda la dirección raya en “la criminalidad”, pues apenas les deja un momento para tomar aliento, los cambios en la escenografía y vestuario son constantes. El vestuario es rico y ecléctico y empasta perfectamente con el conjunto. Una obra tan extensa y de tanto personaje como es Ricardo III, a la fuerza debe estar muy condensada para comprimirla hasta la extensión normal de una función como es ésta y así algunos espectadores me manifestaron a la salida una cierta dificultad para seguir la trama. Tal vez algunas coreografías serían prescindibles si pensamos que restan tiempo a la palabra de Shakespeare. Son prescindibles, también a mi entender, los péndulos-reloj colgados del telar, aunque los supongo necesarios para distraer la atención del espectador de la escena durante algunos cambios.

Ricardo III, producción de Atalaya Teatro. (Foto cortesía de Palma. Feria de Teatro en el Sur.)

Ricardo III, producción de Atalaya Teatro. (Foto cortesía de Palma. Feria de Teatro en el Sur.)

En el apartado actoral vemos que es una obra coral en la que todos destacan por igual. Sólo Jerónimo Arenal, que interpreta el papel de Ricardo, no se desdobla y por tanto es más fácil de seguir. Su interpretación es muy buena si la miramos en conjunto. Su papel se va afianzando a medida que avanza la función, aunque no comparto el enfoque del principio, excesivamente teñido de un cinismo que resulta demasiado evidente y anula y ensombrece otros matices también posibles del personaje, por lo que el resultado es un poquito plano, aunque ya digo que luego remonta.

Tal vez Ricardo sea un cínico pero también es un embaucador, un vendedor de encanto y palabras amables que compra voluntades. Así seduce a Ana e intenta hacer cómplice al espectador para embarcarle en una aventura de incierto final cuyo señuelo es la risa y el divertimento. “Vamos a reírnos un rato de estos incautos” parece decirnos.

Es preciso poner de relieve que Atalaya es una compañía que cumple 30 años, que ha recibido innumerables premios en festivales internacionales y ha viajado por más de 30 países.

Una cumbre del teatro y un milagro de longevidad. Uno de los grandes nombres y compañía de referencia en la reciente historia del teatro español. Su excelsa calidad está altamente contrastada tanto en el ámbito nacional como internacional. Recuerdo hace unos años que el recientemente desaparecido director portugués Joaquín Benite se deshacía en elogios acerca de la calidad de Atalaya. En estos 30 años la compañía ha presentado alrededor de 20 montajes y ha sido impulsora de innumerables actividades teatrales. Ricardo Iniesta fundador y alma mater de la compañía dirige con mano de maestro, con dominio absoluto del tempo y una capacidad innegable para empujar e incentivar al equipo de actores a dar lo mejor de sí mismos. Es admirable su aprovechamiento de la escenografía para componer los cuadros, cómo explota todas las posibilidades de los pocos útiles escenográficos que tiene, apenas las nueve sillas ya reseñadas, que terminan en pico y que al volverse son espejos y que pueden ser utilizadas como enormes y afiladas cuchillas de vidrio.

Muy estimables también sus composiciones de sombras contra el ciclorama que utiliza en su justa medida sin que pase a ser la estrella del espectáculo, como sucede por ejemplo en los trabajos del tejano Bob Wilson.

Ricardo III, dirigida por Ricardo Iniesta. (Foto cortesía de Palma. Feria de Teatro en el Sur.)

Ricardo III, dirigida por Ricardo Iniesta. (Foto cortesía de Palma. Feria de Teatro en el Sur.)

En este espectáculo de Atalaya se ponen de manifiesto una vez más todas las ventajas que representa el trabajo de una compañía estable. Realizar una exhaustiva investigación en todos los planos: textual, actoral, espacial, etc. Un elenco que conoce perfectamente al director y un director que conoce el potencial de su capital humano puede siempre llegar mas lejos porque no hay ninguna distorsión en el lenguaje que emplean y saben por qué caminos van a transitar amén de tener perfectamente engrasada la maquinaria. El ensayo-error está así muy atenuado y pueden abordar objetivos impensables con elencos tan dispares como los del teatro al uso. La compañía estable trabaja con una metodología muy asumida y que dominan sus integrantes.

Este Ricardo III de Atalaya se mueve en el precario equilibrio de la tensión entre lo bufo y lo heroico: soberbia la aparición de la reina Margarita aprisionada en el vestido-jaula y cantando en inglés, una jaula que posteriormente será reutilizada, ejemplo de economía de medios.

De la paleta de personajes shakesperianos siento debilidad por Ricardo y Macbeth, considerados dos ejemplos de villanos, cuando a mi entender el auténtico villano es Hamlet. Tal vez sí sea el ejemplo de la duda, pero es un pusilánime que causa dolor y muerte sin ningún tipo de arrepentimiento: muerte de Polonio, Guildenstern y Rosencrantz, locura y muerte de Ofelia, enfrentamiento con su madre, etc., todos ellos inocentes y esto con la débil coartada de que su tío ha envenenado a su padre, un secreto que le ha relatado un espíritu. Ricardo al igual que Macbeth comete crímenes y atropellos, pero en el momento final, cuando se ve perdido, enfrenta su destino con actitud valiente y heroica. Ricardo domina al principio la situación y la manipula a su conveniencia, pero poco a poco vemos cómo le superan los acontecimientos y se ve abocado a ir a remolque de las circunstancias, lo que hace que aparezca su auténtica naturaleza lejos del encanto y el divertimento.

Ricardo III. (Foto de Luis Castilla.)

Ricardo III. (Foto de Luis Castilla.)

Tengo debilidad por una escena que desgraciadamente para mí, en el montaje de Atalaya, se queda en unas pocas frases y es la arenga a las tropas antes de la batalla. Al ser Ricardo un personaje que implica un gran despliegue físico del actor, éste suele llegar muy castigado a ella, lo que hace que sea difícil de gestionar. Hace poco más de un año visitó Avilés el Richard del Old Vic y veíamos cómo Kevin Spacey necesitaba respirar cada tres palabras creando una sucesión monótona. Viene esto a colación porque en este monólogo Ricardo apela a los más primarios deseos e inseguridades del hombre para que apoye su campaña: un recurso tan antiguo y tan actual. ¡Qué político de nuestra época no ha recorrido ese camino!

Si miramos la trayectoria reciente de la compañía vemos que este Ricardo III se inserta entre La Celestina, anterior montaje, y Madre Coraje, espectáculo en preparación. Las tres obras giran alrededor de personajes especializados en el disimulo y en la manipulación de los deseos de felicidad y existencia sin sobresaltos de los demás. ¿No les suena a algo conocido? ¿Se puede hablar de algo más actual?

Lo anteriormente expuesto se escenificaba en el recientemente inaugurado auditorio de Pola de Siero durante la celebración de su Semana de Teatro, que otrora se celebraba en la vieja y exigua Casa de Cultura. Los aproximadamente setenta espectadores que asistimos a la función nos encontrábamos un poco sobrecogidos y asombrados por la inmensidad de la sala con capacidad para más de ochocientos espectadores. El auditorio en su arquitectura nos remite a un cierto estilo Guggenheim, tan en boga actualmente, y se encuentra enmarcado en un complejo de edificios municipales rodeados con una imponente verja de acero inoxidable a la que sólo resta estar electrificada, pero supongo que no pudo ser, y perdóneseme la ironía, debido a los recortes. Me parece una gran idea: es necesario proteger la cultura de los desaprensivos que quieran mancillarla.

En estos momentos que el teatro sufre las punzadas de la crisis, cuando las compañías desaparecen por falta de recursos y apoyo, en esta Asturias nuestra se han inaugurado tres auditorios recientemente: Piedras Blancas, Niemeyer y el ya citado de La Pola, todos ellos imponentes; sin duda importa más el continente que generar contenidos, pero debe ser el signo de estos tiempos tan convulsos. Haz aeropuertos para que los aviones que pasen puedan descender en cualquier momento cual bandada de estorninos.

Lo dicho, teatro de fe en estado puro. Es increíble que después de tantos años de entrega y dedicación Atalaya no se haya dejado arrastrar por la desidia y la resignación de la que tantas veces somos testigos; que mantenga intacta la voluntad de movilizar todas sus capacidades sin reserva de ningún tipo. Nuestra más profunda enhorabuena.